“En Colombia los ricos se creen ingleses, la clase media se cree gringa, los intelectuales se creen franceses y los pobres se creen mexicanos.” Jaime Garzón
Vivimos en tiempos temblorosos, al borde de terremotos y sismos sociales, políticos y culturales; aquellos que causan la caída de los imperios mas prósperos, aquellos temblores que despiertan el deseo y las pasiones del pueblo en orden de buscar la verdad. Cual caída del imperio romano, o del poder egipcio, en Colombia se esta desmoronando el dominio de unos pocos, quienes se sitúan a si mismos encima del mismo caballo de Bolívar, este es el desmoronamiento del poder de los innombrables. El COVID-19 no solo ha sido el tiempo para que nos sentemos al frente del televisor, cual “1984” de George Orwell, para ver la cara de nuestro “líder”, Iván Duque, sino que también ha sido el espacio propicio para que varias verdades salgan de la caverna, en busca de sol y agua. Como ciudadano Colombiano del común me siento plenamente preocupado, por la creciente inseguridad política (Inspección a sede del Centro Democrático aviva la Ñeñepolítica), por el creciente déficit de “fiscal” (Fiscal fue avisando que viajará con su hija siempre que pueda, así sea en comisión oficial), por las grandes perdidas económicas para un “cambio de look” (Con dinero del Fondo Paz, Gobierno pagó $3.350 millones para posicionamiento online), por las controversiales “relaciones” del pasado ('No tengo vínculos con paramilitares': Nancy Patricia Gutiérrez), lo cual me lleva a pensar, ¿Se está hundiendo el poder del innombrable y sus fieles secuaces?
¿Acaso esta cuarentena y tiempo de pandemia ha representado la mas grande debacle para el Uribismo en los últimos 18 años? La respuesta puede variar ciertamente, dependiendo de a quien se le pregunte, pero por supuesto no hay forma de ignorar todos los desaciertos que ha tenido Iván Duque. Definitivamente ha sido un líder inigualable, porque ha llevado a su pueblo, de una posible prosperidad económica, a un desplome socioeconómico que marcara la historia del país por décadas; considerando claro, sus decisiones durante la pandemia. No soy nadie para juzgar las decisiones de un líder y su equipo de “expertos”, pero la verdad me deja desconcertado como en mitad de una pandemia se declara no un día, sino tres “Días sin IVA”. Sinceramente ya he pasado de la rabia a la risa, de la incongruencia política e ideológica de unos (Dr. De La Espriella), de los delitos y crímenes impunes de otros (Matarife), del cinismo tremendo que acecha a Colombia, y de los lideres inigualablemente iguales, todos designados por Uribe. Colombia es un país de títeres, marionetas y fantoches, que lideran a un pueblo de 45 millones colombianos a costas del ineludible sufrimiento causado por el miedo, el silencio, la sangre y la incertidumbre.
¿Cómo pueden los lideres de este “platanal” esperar que el pueblo les siga comiendo cuento? Pareciese como si el Centro Democrático se estuviese apuñalando al mismo tiempo que cava su propia tumba y prepara las flores para poner al lado de su sepultura. El partido esta indiscutiblemente en una caída precipitada y sin un paracaídas que le frene de un inminente golpe con el suelo; primero, la crisis por la Ñeñe política los ha llevado a una crisis interna, segundo, el innombrable parece quedarse sin defensa ante las “falsedades” propuestas por la serie matarife, tercero, las investigaciones de la fiscalía ligadas a la posible compra de votos en campaña presidencial de Iván Duque, entre otros. Decía Jean Jaques Rousseau en su “Contrato Social”, “No hay nada más peligroso que la influencia de los interés privados en los asuntos públicos.” Pareciera que la influencia de los intereses de los integrantes del Centro Democrático ha llegado a escalas incontrolables.
¿Cuál será el desenlace de este novelón mexicano; cual pasión de Gavilanes? O ¿Los Ricos también lloran? ¿Hasta cuando la balance equitativa de un país de derecho se equilibrara en economía y trabajo para todos; o seguiremos en el mismo circulo vicioso, o seguiremos dando vueltas como un trompo? Colorín Colorado, este cuento no ha acabado…
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