Se podría afirmar que una educación de calidad es la base de toda una sociedad, ya que solo así se puede contar con individuos objetivos y críticos, los cuales, en una situación ideal, se involucrarían en las decisiones tomadas por el Estado, convirtiéndose así en una ciudadanía responsable y activa.
Sin embargo, aún existen muchos obstáculos para llegar a esto; uno de los puntos que se podrían resaltar como parte de este desarrollo son la calidad de la enseñanza y de aquel que la imparte. Es común culpar al alumno por una falta de involucramiento, pero en la gran mayoría de situaciones, esto sólo es consecuencia de una vida escolar complicada y un rechazo por parte de los docentes. Para ejemplificar lo mencionado, tomaré el caso de mi hermano. Podemos pensar en él como una persona activa y un poco distraída, por lo que le era difícil permanecer atento, de modo que, con el tiempo, sus maestros no hacían más que declararlo un "fracaso" y limitar sus oportunidades de aprendizaje.
Es común el ir y sentarse a escuchar la misma clase que se ha impartido durante años, dada por el mismo maestro, a cada grupo de alumnos que cursan ese mismo grado. Lo ideal es preguntarse si es eso lo mejor, pues considero que no lo es, puesto que, como seres individuales, nuestras necesidades son distintas, siendo así que la forma en que aprendemos también es diferente. Así que se les debe exhortar a los docentes al involucramiento con cada uno de sus alumnos, además de la planeación de cada clase, pues éstos deben aprender a identificar qué clase de alumnos tienen y cómo pueden orientarlos a ser mejores día con día.
Debemos aprender a exigir una educación adecuada para todos, pues sólo así podremos alcanzar la excelencia.
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