Gastón J. Siegmund
Sin duda alguna, lo que está ocurriendo hoy en día en Ucrania, es un nuevo capítulo en la historia complicada de las relaciones entre occidente y Rusia, tras la separación de la Unión Soviética. La caída del telón de acero permitió que los países pertenecientes al pacto de Varsovia, salieran de sus esferas autoritarias, y se integraran en el orden internacional liberal. Con la llegada de este nuevo orden, vino consigo la integración de países del bloque oriental a la asociación militar de estos países. La llegada de la OTAN a estos países presentó un fenómeno integral en el desarrollo de las relaciones internacionales con una Rusia cada vez más integrada en el orden realista del sistema internacional. Para Putin, la llegada de la OTAN a Europa oriental, ha presentado una clara amenaza a sus intereses autoritarios, para crear una zona de influencia en la región. Precisamente ha sido esta percepción por parte del gobierno ruso, lo que causó la movilización de 127,000 soldados activos a la frontera con Ucrania. Putin ha declarado, que su razonamiento es de un interés plenamente defensivo, pero descartar la acción ofensiva de un país tan volátil como Rusia, es un error demasiado grande, posición la cual los países europeos deben comprender.
Pero antes de justificar precisamente porque el bloque europeo de la OTAN debe cambiar su percepción del problema, es clave entender porque esto está ocurriendo en Ucrania. En la segunda mitad de la década de los 90, situaciones similares se presentaron en los países del Báltico. Rusia, tras una serie de incursiones en el espacio aéreo de Lituania, Letonia y Estonia, empezó a amenazar la integridad nacional de los jóvenes países, esto llevó a que los gobiernos de estas naciones, a comienzos del nuevo milenio buscaran integrarse en la esfera de seguridad cooperativa de la OTAN. Con esto en mente, los miembros de la OTAN, entendiendo la importancia estratégica de los países del báltico, y el riesgo que les presentaba Rusia en sus fronteras decidieron incorporar rápidamente a estas naciones. El proyecto de la OTAN en el báltico, se ha convertido en la llamada policía aérea, la cual, a través de las fuerzas aéreas de los diversos países, se patrulla constantemente el espacio aéreo de los países. Si bien esto ha mitigado la amenaza rusa en el Báltico, ha causado que Rusia se fije más en Ucrania. Con la situación históricamente inestable en el Donbas, una región que ha querido separarse de Ucrania y que además sienten que el gobierno ucraniano se está occidentalizando demasiado, ha provocado una serie de insurgencias en el oriente del país. Situación que Rusia ha aprovechado, financiando los proyectos separatistas de la región, y además utilizando una variación de tácticas militares, como las que utilizó en Crimea. Acá es importante referenciarla como: “pequeños soldados verdes” en referencia a los juguetes tan icónicos, pues lo que hacen los soldados rusos es incursionar en fronteras, pero sin insignias oficiales del ejército ruso, así logran “camuflarse” dentro del combate en regiones inestables.
Pero la demostración de poder no pinta tener el carácter de una cortina de humo en esta ocasión, y para entender por qué, hay que establecer el marco de pensamiento internacionalista dominante en la Rusia de Putin. Sin duda alguna, Rusia es el país que más se aferra a la idea del realismo: o que el sistema internacional es anárquico, y que para evitar que esta anarquía llegue a tu país, debes protegerte frente a su amenaza, y de aquellos que buscan hacerse con el poder. Bajo esta clave de pensamiento, Rusia ha fortificado su ejército, frente a la amenaza percibida: las claves liberales de occidente entrando en sus fronteras. El desplazamiento de tropas a la frontera con Ucrania, es precisamente la respuesta a esta percepción. El uso de la palabra percepción en este caso es importante, pues el realismo, se basa en lo que el país percibe como una amenaza, cuando en realidad puede no serlo. La llegada de la OTAN a Europa Oriental en los 90, ha creado grandes beneficios para sus miembros nuevos, muchos que resaltan más allá de estar protegidos por el paraguas nuclear de la organización, o el artículo 5 del tratado de defensa mutua, sino que ha permitido que estos países desarrollen ejércitos avanzados, estables y robustos. La creación de estos ejércitos fuertes, y de haber asegurado su seguridad nacional, ha permitido grandes índices de crecimiento económico, desarrollo humano, y auge democrático. Si se compara Bielorrusia, con los países del Báltico se empieza a observar el patrón.
Es precisamente esto lo que Rusia percibe como amenaza, la realidad de que sus países que la mantenían separada de las claves de occidente se han convertido a estas claves occidentales, tras la caída del telón de acero, y si Ucrania, considerado para Rusia como su última frontera contra occidente, cae, Putin quedará sin respuesta contra la OTAN, o por lo menos esto es lo que percibe con Ucrania. Es precisamente por esta razón que descartar una ofensiva rusa para “proteger” a Ucrania es un gran error, pues Rusia buscará proteger sus intereses dentro de la región, junto con sus importantes bases en el Mar de Azov y Sebastopol. Pero entonces ¿Por qué Putin no ha invadido? Pues la respuesta no es sencilla, pues bajo un punto de vista estratégico no habría mejor momento: Ucrania no está dentro del paraguas de protección de la OTAN, está inestable internamente, y en ciertas regiones la intervención rusa es bienvenida. Pero la razón por la cual Putin no ha invadido es simplemente para mantener su tendencia realista, aunque refiriendo a lo anterior: descartar la posibilidad de que invada sería un gran error.
Ahora entonces, si hay una manera clave de frenar la intervención militar en Ucrania por parte de Rusia, y la respuesta a esta pregunta si es sencilla, lo que no es sencillo es comprender la escala de ramificaciones que van a recaer sobre el orden internacional frente a una Rusia la cual diplomáticamente estoica, podría explotar. Pues la entrada de Ucrania en la OTAN sería una rara derrota en el campo para Rusia. Los diplomáticos de occidente, constantemente les ha costado negociar con el audaz ministro de asuntos exteriores ruso Sergei Lavrov, pero si Ucrania entra a la OTAN, el país tan realista sabrá que no puede enfrentarse con la alianza militar más fuerte del mundo. Pero con la entrada de Ucrania se desembocan dos grandes retos para occidente en el futuro. El primero es la estabilización interna de Ucrania. Pues para que Ucrania sea un miembro viable para la OTAN, no solo debe estar a la frontera de Rusia y presentarle una derrota estratégica al país, sino que además debe poder colaborar con tropas para las diversas misiones de la organización, y para poder modernizar su ejército, la OTAN debe trabajar con el país; de la misma manera que lo hizo con los países del Báltico para modernizar y estabilizar sus fuerzas armadas. Por otra parte, y quizá el reto más grande serán las futuras acciones de Rusia en otros campos. La derrota diplomática no sería tomada de manera ligera en el gigante euroasiático, lo que causará que en un período de tiempo Rusia concentre otro actuar desestabilizante en otras regiones, sea causando una situación similar en Georgia, incursionando de manera más fuerte para mantener regímenes autoritarios en diferentes países, o incluso, la amenaza rusa podría llegar directamente a Latinoamérica de nuevo en Venezuela. Rusia puede tener un efecto desestabilizador en otra región, una en la cual la OTAN no pueda operar, y si esto ocurre, Asia Central y Venezuela serán zonas en riesgo con este acontecimiento.
La situación ucraniana, solo sirve para demostrar lo sensible que es el delicado orden internacional del mundo, y cómo una decisión puede tener acciones a través de la esfera flotante dominada por los humanos, pero aún así las acciones de Rusia en Ucrania han sido completamente injustificables, representando todo lo que está mal con el orden internacional. La desestabilización interna de Ucrania, tiene como actor principal a Rusia, y quienes han pagado la cuenta han sido los ciudadanos del país.
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