Carolina Medina
Hace poco escuché la conversación de dos extraños, uno de ellos preocupado y frustrado porque no cuenta con la visa. El único deseo de aquel desconocido es tener en regla todos los documentos de viaje para mediados del año 2022, después de las elecciones presidenciales. Colombia es un país con grandes virtudes, pero con un sinfín de defectos. Todos los colombianos tenemos preocupaciones, pero, sin duda alguna, tanto al extraño, como a mí, y a los otros millones de ciudadanos nos aterra el panorama político de las próximas elecciones presidenciales.
Colombia es un país violento, desde la colonización. En el último siglo el país ha sufrido la violencia bipartidista, la creación de grupos guerrilleros, la guerra contra el narcotráfico, el centralismo, el proceso de la paz y la pobreza. Todas estas problemáticas corresponden a fenómenos sociales globales, pero a diferencia de muchas naciones, Colombia no ha logrado encontrar una solución. Los partidos Liberal y Conservador gobernaron prácticamente todo el siglo XX, Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos Galán fueron asesinados cuando luchaban por la presidencia de Colombia. Ningún gobierno ha tenido un plan de desarrollo que permita el avance de los colombianos. Si a esto se le suma la pandemia del coronavirus y las protestas del 28 de abril, estas últimas las cuales duraron alrededor de dos meses, y fueron un gran golpe para la economía. Todo esto ha causado que el panorama político de Colombia sea tenebroso, y que el país esté más dividido que nunca.
Ante la evidente polarización nacional, el pluralismo de ideas es más necesario que nunca. Es vital entender y comunicar que entre la extrema izquierda y la extrema derecha hay un mundo político rico, abierto y diverso. Si bien es cierto que los matices idealistas y obras públicas tienden a tener afinidad con una corriente política, no es posible hacer una interpretación radical ya que existe una independencia. Los movimientos políticos son libres para divulgar sus ideales, al igual que los movimientos recientes e independientes. El pluralismo de ideas y la diversidad han tenido un papel fundamental en el escenario colombiano desde hace treinta años, y debemos velar por que siga siendo así.
Hace tres décadas, en 1991, se promulgó la actual Constitución Política de Colombia. Nuestra Carta Política es reconocida por ser incluyente. Desde su proceso de creación se reflejó gran participación ciudadana y el deseo por construir, a través de las leyes, un país mejor. La Constitución es justa y razonable, pues su principal objetivo es proteger los derechos de los individuos. La democracia, el respeto por la vida, por los derechos humanos y la dignidad no solo se aplica en la Constitución, en la ley, sino también en la cotidianidad. La democracia en un estado es fundamental. La participación, la libre expresión, la honra, y la aceptación de distintos principios son garantes de una sociedad mejor.
En Colombia, como en cualquier parte del mundo, en el tema político existen los extremos, y hay tanto defensores como ofensores de ellos, pero lo verdaderamente importante es ser conscientes de no excluir ningún sector. El derecho al voto y su uso es un mecanismo de participación ciudadana que permite expresar y apoyar convicciones, obrar conscientemente y cuidar de sí mismo sin desconocer a los demás. Las elecciones presidenciales del 2022 abarcan profundos miedos, ilusiones, proyectos y planes que buscan convertir a Colombia en una nación multicultural y en vía de desarrollo. Sin embargo, considero que lo más importante es pensar en conjunto, en comunidad, con el sentimiento patriótico: votar por un país menos desigual, menos pobre, menos triste, menos violento; en el cual muchos, sufran menos.
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