Hace ya unos días tuve la oportunidad de escuchar un foro acerca de la propaganda oscura y la comunicación de las redes sociales de cara a las campañas presidenciales que se avecinan en poco más de once meses. En definitiva este tema de las redes sociales y su trascendencia en la contemporaneidad que ha desplazado los medios tradicionales me deja mucho de que hablar en esta nueva columna.
Dentro de la discusión que se puso sobre la mesa, intervinieron diferentes panelistas con distintos tintes políticos como los son Sergio Fajardo, Paloma Valencia y Juan Fernando Cristo. Como era de esperarse, resonaron las mismas ideas por parte de algunos de los panelistas respecto a la necesidad de alejarse de este fenómeno “polarizado” en Colombia, y hacer política por fuera de los “extremos” desde el vehículo de las redes de forma responsable sin “mentiras”. Sin embargo, no fueron estos los argumentos en los cuales me interese (puesto a que es el mismo discurso populista de siempre), sino respecto a la apelación de dicho argumento que discute el hecho de que las personas NO se levantan para inventarse cosas con el fin de dañar a alguien y ganar elecciones. Esto quiere decir que la manera para construir las verdades en la sociedad cambió, o está cambiando para mirar cómo y en quien confiar.
En realidad no estaba muy de acuerdo al principio puesto que, como la mayoría piensa, los políticos siempre tendrán ese ánimo de mentir con el fin de ganar cierta favorabilidad política, sin embargo, al desarrollar más la idea empecé a darle mucho más sentido a dicho argumento. El objeto en cuestión se construye a partir del supuesto donde dejamos de oír lo que se dice y usamos la falacia ad hominem para dar por sentada la falsedad de una afirmación por el hecho de decirlo “ella” o “el”. ¡Es por eso que deberíamos preguntarnos el cómo! Aquí no hay una polarización entre buenos o malos, o los “extremos” que dicen, sino visiones distintas sobre los problemas que tiene el país y entenderlas es fundamental para determinar cuales son las más correctas.
En otros otros términos, se dio una ruptura del monopolio de la información con las redes sociales y se crea una diferente percepción de lo que es verdad. El problema es preguntarse por la verdad, porque la mentira es subjetiva (hablando en términos políticos), lo que lleva a situar inminentemente la política en el campo de la retórica sin verdades bien sabidas. La política por ende no es el campo de la ciencia, no hay un método científico, es más bien una pregunta moral, desde un sentido interpretativo y pos interpretativo como lo diría Ronald Dworkin. Esto nos lleva a despertar el interés por las opiniones que vemos diariamente en nuestras redes sociales, mitigando de alguna forma la ignorancia que vemos en personas que se remiten a compartirla sin preguntarse el verdadero trasfondo de dicha propuesta u opinión.
Lo anterior nos da una perspectiva totalmente diferente a aquellas que siguen pensando en la polarización como eje central, la política de la guerra, la política del todo vale y la mentira “presuntivamente obvia”. Así pues, este es el método que terminará con el populismo y el proselitismo político engañoso que encontraremos una vez más en su máximo esplendor durante las próximas elecciones presidenciales. No todo se reduce a una mera concepción ideológica, una burbuja de la cual pocos están dispuestos a salir para ser verdaderamente cultos y audaces a la hora de asumir una posición.
Ahora, los periodistas no se alejan de dicha discusión. No trata de si ellos tienen o no la intención de tergiversar el debate político sino de preguntarse el “por qué” de los titulares. Después de preguntarse el “por qué” es cuando llegamos a ser conscientes de que se trata de un titular amarillista sin verdaderos fundamentos políticos. Este argumento termina solucionando parcialmente uno de los problemas expuestos en mi anterior columna ya hace unos días acerca de la política y como está logra corromper a las personas. Definitivamente no las corrompería si optáramos por el camino del “cómo” para ganar la guerra alimentada por las redes sociales que de alguna u otra manera promueven el odio, la segregación y la envidia en los usuarios.
Todo esto lo traigo a colación puesto que no es posible que nos concentremos en que hay una polarización casi igual a la del siglo XIX en Colombia, sin entender que la verdad no es una cuestión de hecho sino un concepto cada vez más abstracto según el análisis coyuntural que se le dé. Es imperativo conocer la realidad de los medios de comunicación hoy en día y la manera como estos están cambiando la realidad en la que vivimos, más aún durante nuestro aislamiento debido a la crisis sanitaria que cambió la manera de hacer política. La única responsabilidad recae en cada uno de nosotros para determinar o no la eficacia y la validez de esta herramienta a fin de lograr el cambio que cada uno anhela ver algún día en nuestro país.
Santiago Baquero Rey
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