En las últimas décadas Colombia ha logrado avances astronómicos con respecto a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en materia política y educativa, con el incremento de la participación y activismo, de salud, con la reducción de la tasa de mortalidad materna y judicial, con la promulgación de leyes que sancionan la violacion a los derechos humanos producto del conflicto armado. Sin embargo, todavía existen brechas importantes por reducir, especialmente en el mercado laboral debido a que las mujeres se enfrentan a terribles dificultades al acceder a empleos, a altos niveles de informalidad y a diferencias salariales significativas. Más aún, la educación ética, los prejuicios y los estereotipos inherentes de la cultura patriarcal que anteriormente caracterizaba a la nación continúa influenciando la ideología de los ciudadanos y el valor, útil, intelectual y psicológico que le otorgan a la mujer. La crisis sanitaria global ha obligado a las naciones a imponer restricciones rígidas y complejas como el aislamiento preventivo obligatorio lo cual ha expuesto y explotado las desigualdades de género previamente existentes. Primero, se ha vuelto más evidente la trascendencia y el desequilibrio innato que presenta la “economía del cuidado” es decir el trabajo no remunerado que se realiza en el hogar. Las mujeres en mayor parte deben asumir la responsabilidad y la carga psicológica que trae consigo el mantenimiento de la vivienda (que implica innumerables labores de higiene, orden, preparación y suministro de alimentos) y los cuidados de otras personas del hogar o la comunidad (incluidos adultos mayores, vulnerables o sus propios hijos, quienes se deben enfrentan a retos complejos suscitados por la educación virtual). Como si fuera poco, muchas de ellas deben aportar al mundo laboral, enfrentarse a periodos prolongados de teletrabajo para poder mantener a flote la economía familiar que depende de la conservación de dos ingresos, en medio de la incertidumbre y el caos. Es decir, muchas mujeres dedican la mayoría de su día, al igual que su pareja, a la productividad laboral, pero están obligadas a ocuparse de labores domésticas en simultánea. Y peor aún, durante los fines de semana,, en vez de poder descansar y disfrutar tiempo de calidad con sus seres queridos deben cumplir con todo aquello que se les acumulo durante la semana. Lo anterior eleva sus niveles de estrés, ansiedad y desgaste, y puede ser el mayor catalizador de afecciones psicológicas complejas, lo cual pone en peligro la salud de la mujer pero también la de sus hijos quienes internalizan esas sensaciones y deben convivir en un ambiente de preocupación, rabia y conflicto. Segundo, los casos de violencia de género aumentaron con el confinamiento debido: primero, al exceso de detonantes como la ansiedad y el estrés en el hogar y segundo, a la obligación que tienen las mujeres de permanecer más tiempo junto con el maltratador, poniendo en riesgo sus vidas y su seguridad. En Bogotá específicamente, la línea de orientación y atención psicosocial telefónica para las mujeres de la Secretaría Distrital de la Mujer denominada la “Linea Purpura” mostró un aumento del 225% de las comunicaciones recibidas durante la semana del 16 de marzo y recibió más de 4.500 llamadas y atendió más de 7.000 mensajes de chat entre el 20 de marzo y el 7 de mayo. Es decir, la línea ha tenido que volver más eficaz su atención debido a las elevadas comunicaciones y el terror y vulnerabilidad que provocan aquellos actos inhumanos y atroces de violencia doméstica. Tercero, las mujeres se enfrentan a un mayor riesgo de contagio debido a su mayor participación en profesiones relacionadas con el cuidado, en áreas de salud. En Bogotá el 84,8% de graduadas en enfermería son mujeres, asimismo en otras carreras las mujeres superan a los hombres, en bacteriología son el 92%, en medicina el 55%, en Salud Pública el 75% y en áreas como Biología / Microbiología son el 68% (datos del Ministerio de Educación.) Por otro lado, oficios centrados en una gran exposición en espacios públicos como taquilleras de Transmilenio, asistentes, cajeras bancarias y de supermercados implica exposición asegurada y consecuentemente mayor probabilidad de contraer el virus y transmitirlo a los individuos de su hogar. Es evidente cómo las mujeres en Colombia y alrededor del mundo viven la pandemia y el aislamiento distinto a los hombres y como en muchos casos, de manera un poco más intensa, cruel e intrincada por las labores que deben asumir para la manutención del hogar, la esencia de sus trabajos formales y el maltrato por parte de sus parejas. Al ser así muchos hogares se convierten en un campo de batalla que suscita el odio, el desgaste físico y emocional y la miseria, lo cual repercute en la productividad y por ende la dinámica imparable y demandante de la economía nacional. Y peor aún en los menores de edad, seres ingenuos e indefensos, que ven truncado su desempeño académico en el colegio por el ambiente de tensión y caos del hogar junto con los trastornos psicológicos ilustrados por sus padres. Es por eso que resulta esencial valorar y admirar la labor de las mujeres en el hogar, en el trabajo y en la sociedad Colombiana, y hacer de su seguridad, bienestar y desarrollo, a nivel profesional y personal, un fundamento imprescindible del estado.
La Mujer Vs La Crisis Sanitaria; Maria Camila Velasquez
Actualizado: 1 jul 2020
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