Entre el gran léxico de eufemismos que usa el Uribismo para describir de forma sutil sus actitudes autoritarias y dictatoriales, el más reciente entre el grupo son las llamadas “jugaditas”. El término que empeñó el ex-Presidente del Congreso, Ernesto Macías, explicando como planeaban burlar el estatuto de la oposición al burlar y así quitarle eficiencia a la réplica de las bancadas de oposición.
Las “jugaditas” se han vuelto eufemismo para aquellos actos de poder que se hacen a pesar de su efecto o directamente en contra de la democracia. El término volvió a las noticias cuando el aliado del Uribismo, Arturo Char, heredero del clan de su padre y hermano quienes ganaron mucha burocracia en la mermelada que el Centro Democrático tanto criticó desde el congreso, decidió hacer una votación sobre si el congreso iba a llevar acabo la moción de censura contra el Ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo propuesto por los Senadores Roy Barreras y Jorge Enrique Robledo. Sin embargo, la idea de ganar por ganar en la política no es propia de Colombia y es tristemente frecuente. Mitch McConnel en Estados Unidos infamemente usó el “Filibuster” para no dejar progresar la agenda legislativa del Presidente Obama o como en México el PRI hizo “fraude por la democracia”.
La realidad es que aunque Duque no creó las “jugaditas”, pero estas van a ser una irremediable parte de su legado como Presidente. Jugaditas como la intimidación de la Fiscalía contra periodistas quienes denuncian censura contra críticos del gobierno o las investigaciones penales contra el Gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo y la Alcaldesa de Bogotá, Claudia López por faltas menores tratando de acallar futuros rivales del Uribismo. Jugaditas como las campañas de desprestigió que, con la financiación de los privados, han emprendido Uribistas contra sus opositores y los del gobierno. Un ejemplo de esto fue la campaña de José Félix Lafaurie contra Andrea Padilla donde la vinculaba con el difunto guerrillero Alfonso Cano y su hermano con falacias y desinformación. La realidad es que “el gobierno de la legalidad y las instituciones” no a mostrado mayor interés en preservar y defender la legalidad y las instituciones cuando la alternativa los beneficia.
El gobierno de Duque se ha vuelto experto en ganar cueste lo que cueste, el gobierno que prometió un aliento renovador en la político nos devolvió a los peores momentos del pasado reciente. La política de la legalidad que mira al otro lado y apoya ciegamente las campañas de desprestigio contra sus oponentes. La política de las instituciones que desconoce y estigmatiza a las altas cortes y cuyo partido no tiene problema alguno desconociendo el estatuto de la oposición heredando las peores costumbres de la política mundial y de su tan amado Estados Unidos.
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