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Nos venden odio: acerca de los discursos de odio en Colombia y la construcción de Paz

Maria Jose Hernandez. Directora de Relaciones.


Se cree que los derechos humanos son inherentes de la persona. Las Naciones Unidas delimitaron que todos los humanos nacemos iguales y libres: esta definición es la respuesta a un mundo que ha sufrido violencia y guerra a partir de discursos violentos. A partir de esto surgen ciertas cuestiones como: ¿dónde reside la dignidad humana?, ¿existe está verdaderamente en un componente intrínseco o esta se ha convertido en una percepción social?. En cierta medida, es posible afirmar que el valor que las personas tienen hoy en la sociedad no es más que un constructo interseccional de clase, género, etnia y otros juicios de valor sociales. En otras palabras, es una mentira el creer que la vida es un derecho en Colombia, ya que constantemente en la sociedad colombiana se aprueba la muerte de personas basándose en sus acciones y otros supuestos. O acaso no es común el ver como matan a un ladrón en la calle, sin pensar dos veces en este como una persona. Vale decir, que este texto no busca responder a cómo la sociedad ha sido llevada a tomarse la violencia a sus manos, este problema se encontraría más en una base de falta organización y eficiencia del estado. En cambio, el texto entiende la problemática desde como la constitución del país y el panorama de Colombia son tan contrastantes. En especial, considerando que la constitución colombiana parece haber sido escrita en una base de mera solidaridad. De ahí que, los valores con los que se busca construir el país son limitados pues en Colombia el derecho a la libre expresión es un lujo.


Es fundamental el cómo en nuestra era postmodernista el derecho a libre expresión ha sido un importante factor de cambio, el progreso en varias naciones se ha atribuido al entendimiento de que la represión no sólo existía de una manera física sino también de una manera ciertamente intelectual. Así, el juez de la Corte Suprema Benjamín Cardozo declaró hace más de 80 años, que el derecho a la libre expresión era " la matriz, la condición esencial de casi todas las demás formas de libertad". Asimismo, el derecho a libre expresión se protege en el marco de la constitución en el artículo 20 como “la garantía reconocida a toda persona para expresar y difundir libremente su pensamiento y opiniones, informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación“. Sin embargo, vale la pena cuestionarse para una construcción de paz en Colombia ¿De quienes son las opiniones libres en el país?


En efecto, si hay un grupo de personas que se caracteriza en Colombia por hacer uso de este derecho son ciertamente los políticos, este gremio es llamado a representar a todas las partes de la sociedad. Es inherente del trabajo político el ejercicio a la libre expresión, sin embargo, ¿ En qué medida es este derecho ejercido apropiadamente?. Con ello, se puede decir con fundamento que la política se ha escudado en este derecho para buscar sus intereses a costa de un discurso muy peligroso. Como resultado de esta coyuntura, el discurso de odio lo encontramos todos los días en la política Colombiana, a tal punto que el ejercicio político se ha acostumbrado a su uso. A partir de eufemismos y metáforas vacías se ha denigrado la vida humana y su dignidad . Por ejemplo, el presidente Iván Duque en 2020 afirmó que las “matanzas en distintas partes de Colombia, que han dejado más de 30 personas muertas, no son''masacres sino ''homicidios colectivos". Es innegable que un gobierno que no acepta los actos violentos como masacres, y prefiere delimitarlos a actos individuales está haciendo un grave caso omiso a la violencia sistemática que enfrenta el país. En especial, considerando que esta violencia es para aquellos sectores más pobres del país. La dignidad de aquellos que han muerto en estas masacres ha sido reducida a un discurso en contra de las drogas y el narcotráfico, se generaliza la causa de estas muertes a una problemática más grande. Es apenante, como estas muertes terminan siendo una cifra más al discurso populista de la guerra contra las drogas. De ahí que, en Colombia la vida de aquellos sin poder es una herramienta a usar, se habla de ella sin cuidado y se les atiende a aquellos que menos tienen los problemas del país.


Un ejemplo de este evidente es la xenofobia ante la migración venezolana, sin distinción de derecha, centro o izquierda de afiliaciones políticas, todos los problemas del país se le atiene a los venezolanos que enfrentan condiciones de extrema pobreza. El desempleo, la pobreza, la inseguridad del país y otros grandes retos del gobierno han sido atenidos a los venezolanos. Con ello, se habla de estos de una manera violenta, a tal punto que es común escuchar referencia a los venezolanos como “ratas“ y “ladrones“. Definitivamente los venezolanos, se encuentran en la boca de lobo, de tal manera en que por beneficios políticos serán deshumanizados. Sin mesura, la política de Colombia se caracteriza por la instrumentalización del odio a ciertos grupos para justificar o esconder su ineficiencia. De esa manera, parece necesario la búsqueda de cuestionar el ejercicio de supuesta libertad de expresión que ejercen los políticos en Colombia y delimitarlos a lo que parece ser un discurso de odio.


En aras de lo anterior, la libre expresión parece ser un derecho en Colombia de solo aquellos que tienen poder. Definitivamente en un país donde la mayoría de líderes sociales son asesinados, es verdadera la necesidad de revisar cómo se ha podido quitar este derecho de aquellos que parecen necesitarlo más. El derecho a la libre expresión nace de la necesidad de estar constantemente cuestionando el status quo, es un derecho al cambio. Con ello, parece que aquellos que buscan esto son víctimas de una violencia extrema. Desde 2016, más de 400 defensores de derechos humanos han sido asesinados en Colombia, el número más alto de cualquier país de América Latina, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH). Así, en una consideración política es necesario que el país tome acciones contundentes ante la causa de estos asesinatos de líderes sociales. No es secreto alguno que Colombia enfrenta un reto ante los grupos armados y el crimen organizado, pero en definitiva, si parece preocupante el cómo es necesario un nuevo enfoque ante estos grupos para poder acabar esta violenta problemática. Con ello, se busca que el derecho de la libre expresión de los políticos sea puesto en pos de una construcción de paz, menos enfocada en hallar culpables y chivos expiatorios. En cambio, es necesario construir una Colombia en paz en base al diálogo. Lo anterior, parece una idea completamente utópica. Sin embargo, vale la pena considerar que Colombia siendo el país con más asesinatos de líderes sociales merece la oportunidad de poder cambiar ese status quo, de cierta manera el pueblo pide una vía alternativa, en la medida de que es evidente que el enfoque actual no está funcionando.


Por otro lado, y como reflexión final es necesario cuestionar aquellos discursos de odio de los políticos y en qué medida la sociedad ha sido llevada a creer estos. Definitivamente en Colombia la habilidad de responder críticamente a la política es una necesidad hasta que se pueda garantizar un gobierno más eficiente y responsable. Como individuos, parece imposible el hacer que el gobierno cambie su curso de acción, sin embargo, el recordar y reclamar por la muerte de aquellos que acabaron violentamente por buscar un país mejor es una responsabilidad a asumir. Finalmente, se determina que el definir el derecho a la libre expresión es un reto, tanto para los gobiernos como para los individuos. Colombia es un país que ha tenido una historia violenta, y hoy aunque creemos estar cerca de un país en paz, es evidente la amenaza a esta imaginaria paz a través de estos discursos.


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